El color amarillo y el violeta con tonos opuestos, ya que generan entre si un gran contraste de tonalidades, por eso es todo un reto animarse a utilizarlos en un ambiente permanente como es una cocina, aunque la realidad es que el resultado es estupendo.
Se ha jugado principalmente con tres elementos; el color violeta de las paredes, el amarillo de las sillas y la cerámica de colores situada en el frontal de la cocina, que neutraliza el contraste de color y unen unos elementos con otros.
Tanto el frontal de los muebles, como el techo o el suelo se han mantenido en color blanco que rebaja la saturación del ambiente, algo muy necesario cuando vamos a apostar por una combinación cromática tan arriesgada.
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